Me apasionan los libros

Me apasionan los libros. He conocido personas con increíbles bibliotecas, en algunas de las cuales me he detenido a observar los títulos y los autores que hay en sus anaqueles. A veces ha habido la oportunidad de dialogar sobre algunos de ellos, en otras ha sido la excusa para “forzar” un siguiente encuentro. También procuro frecuentar algunas librerías y recorrer sus pasillos y estantes buscando algo interesante para leer, pero mientras lo hago, veo que la mayoría llega sólo hasta el exhibidor de las novedades o se acercan al mostrador a preguntar por un título específico, perdiendo la gran experiencia de un gran paseo por aquellos pasillos que parecen susurrar al oído el contenido de sus páginas.

Quienes rebasan esa primera línea del mostrador o del exhibidor de novedades, van en busca de un tema aún no definido que despierte su interés o de títulos, autores o editoriales que satisfagan su tema de interés. Ellos se quedan por minutos y algunos por horas, frente a los estantes, examinan los libros, los toman, leen las reseñas de la contratapa, la biografía del autor, y, si se puede, examinan su diseño interior, consultan la tabla de contenido y hasta llegan a leer el prólogo, la introducción o parte de un capítulo que ha atrapado su atención.

Es para estos últimos que algunas librerías han hecho de ir a comprar un libro toda una experiencia para un verdadero lector de libros, ofreciendo la oportunidad de disfrutar un buen café, escuchar una música selecta, mesas de diálogo para lectores, etc. En esos ambientes, el lector es transportado casi a un encuentro con el autor, en el que las páginas parecen tener voz y, a riesgo de parecer locos, es posible hablar con alguien que sólo es posible ver mientras se tiene su obra abierta.

Cuando el “diablillo” del tiempo determina que aquel magnífico y mágico momento ha llegado a su término, es el momento de decidir hacer una nueva cita para el día siguiente o invitar al autor de aquellas páginas a continuar la agradable tertulia fuera de allí (en otras palabras, decidir comprar el libro).

Me encanta ir a tiendas de libros se “segunda mano” y disfrutar el “aroma” del libro leído. A algunos les encanta el olor a papel viejo, pero aquellas páginas y tapas envejecidas no sólo han atrapado el tiempo sino también las experiencias de quienes los han tenido en sus manos. Su aroma revela a veces los lugares por donde ha viajado y la compañía que ha tenido; algunos tienen aún las puntas de ciertas páginas dobladas que revelan dónde se ha detenido o intensificado la conversación o cuál es la conclusión a la que ha llegado el lector ante las palabras del autor.

En ocasiones es posible distinguir el aroma de algún tabaco o de un buen licor que habrán acompañado las indescriptibles horas de lectura de quien ha tenido el placer de recorrer sus páginas; en sus cantos desteñidos o manchados por las manos y dedos que buscaban en ellos el recuerdo de las palabras que necesitaban ser leídas de nuevo con algún propósito, permitiendo distinguir cuán útiles han sido aquellas letras para quien las leyó o las escuchó.

Me apasionan los libros y me encanta ir a las librerías y disfrutar la compañía de la gente que lee libros.

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